La romantización de la miseria: un ensayo sobre la representación de la sociedad hongkonesa en el cine de Wong Kar Wai
[“That era has passed. Nothing that belonged to it exists any more.”]
-In the Mood for Love (2000)
En lo que respecta al panorama cinematográfico internacional en tiempos contemporáneos, el colosal país de China ha sido uno de los que más ha logrado destacar. Un complejo recorrido histórico fue el caldo de cultivo ideal para el surgimiento de directores icónicos con una visión particular del mundo y la vida, a menudo condicionada por el glorioso pasado de su nación en contraste con el inaudito crecimiento tecnológico de los últimos treinta años, así como la Revolución Cultural de Mao Zedong, cuya duradera dictadura comunista ha dejado cicatrices imborrables en todo el territorio.
Es durante la década de los ochenta (tras la muerte de Mao) cuando el cine chino sufre una reinvención estilística absoluta, lo cual no quita que resulte reseñable señalar algunas producciones previas a este cambio de paradigma. Y es que el cine chino fue especialmente prolífico durante la época dictatorial, no solo con películas que trataban de ensalzar los valores comunistas con intenciones propagandísticas sino a través de otros géneros. Directores como Li Xing y King Hu empezaron a destacar, y Hong Kong se convirtió en el epicentro audiovisual a través de un amago de emular a Hollywood, algo que respondía a las influencias anglosajonas de la isla que otrora fuera colonia británica, y que fue especialmente prolífico en el género de las artes marciales y convirtió en estrellas internacionales a actores como Bruce Lee (EcuRed, s.f.). También surgieron géneros propios como el wuxia y el xianxia, que implementaban temas de la tradición y mitología china, resultando dignas de mención las múltiples adaptaciones de la leyenda de Sun Wukong, como Xi Jou Yi de 1966, dirigida por Ho Meng Hua.
Hay que destacar entonces a la llamada Quinta Generación, entre la que se cuentan autores como Zhang Yimou o Chen Kaige, que durante la década de los ochenta renuevan el cine chino a través de nuevas temáticas y una sensibilidad especial para rememorar la historia y situación sociocultural del país. Pero es importante tener en cuenta que esta renovación tuvo su germen en Hong Kong, ya que, durante 1979, un grupo de cineastas compuesto por nombres como Ann Hui o Hark Tsui empezaron a fundar productoras independientes inspirados por las grandes escuelas de cine de Estados Unidos y Europa (EcuRed, s.f.)
Es algunos años más tarde, aún dentro de este contexto, que aparece uno de los autores más memorables de la historia del cine chino: Wong Kar-wai. El susodicho nació en Shanghai, pero su familia se trasladó a Hong Kong huyendo de la Revolución Cultural de Mao cuando él solo era un niño. La isla seguía por aquel entonces bajo control del Imperio Británico, y, aunque las violentas consecuencias de la dictadura comunista no dejaban de repercutir sobre su estabilidad, era un lugar relativamente seguro y prolífico en lo que a creación artística se refiere. Wong creció aislado, separado de parte de su familia e incapaz de comunicarse fluidamente en un ambiente dominado por el inglés y el cantonés. Vivió una infancia y adolescencia solitarias en una caótica ciudad en constante desarrollo industrial, estudiando diseño gráfico para acabar trabajando en televisión como ayudante de producción (Fnac, s.f.).
Wong Kar-wai debutó como director en 1988 con la película As tears go by, que ya marcaba un estilo identitario que arrastraría a lo largo de toda su filmografía. Y es que sus películas tienden a situarse en el corazón de Hong Kong, representándose la ciudad como algo caótico y multitudinario pero al mismo tiempo solitario y laberíntico, como si dentro de esa marabunta social solo hubiera demasiado espacio para el aislamiento individual. Dentro de esta premisa habitual, temas como el ostracismo imperan junto con el amor y sus muchas variantes: el romance imposible, los celos, la infidelidad y la sexualidad, entre otras. A través de estas ideas recurrentes y su particular manera de filmar, Wong trata con sus películas de representar la identidad de la ciudad en la que creció, que, según lo contado en entrevistas, fue tanto un hogar como una prisión (Mullor, 2022).
No cuenta con una filmografía especialmente extensa, pero sí que una abarrotada de películas aclamadas por la crítica y el público. Una de estas es Deseando amar, del año 2000, protagonizada por Tony Leung, uno de sus actores fetiche. Ciertos entendidos la consideran como una de las grandes obras del siglo XXI, y su éxito en festivales como Cannes ayudó a corroborarlo. Además, es el paradigma de todo lo destacado en el párrafo anterior: representa una visión de la Hong Kong que Wong Kar-wai conoció durante su infancia, acercándose a un pasado estéticamente idealizado pero tormentosamente verosímil, donde el amor es un arma de doble filo y la soledad impera entre la multitud. Otras dos películas clave son Días salvajes y Chungking Express, nuevamente situadas en Hong Kong y que, fieles a esta etapa inicial del director, repiten todos los temas previamente tocados (Mullor, 2022).
Teniendo todo esto en cuenta, resulta innegable que, para entender la filmografía de este autor en profundidad, hay que conocer la historia de Hong Kong y su relación tanto con China como con el Imperio Británico. Y es que el escenario principal de sus películas es una de las ciudades más densamente pobladas del mundo, donde imperan las desigualdades sociales y un precio de vida anormalmente caro respecto al sueldo medio. Todo esto tiene su origen en el siglo XIX, a raíz de las tensiones entre el Imperio Británico y China, esta última tratando de aferrarse a su independencia mientras el gigante anglosajón introducía el opio como método de opresión en aras de aumentar sus intereses comerciales. La adicción que provocaba aquella sustancia causó que el país asiático perdiera la batalla, obligándolo a ceder a los ingleses la isla de Hong Kong en 1842, a través del tratado de Nankin. Desde entonces, la represión del Imperio Británico empieza a causar estragos y la situación de la piratería, el crimen organizado y la hostilidad con la dinastía china solo consigue agravarlo todo.
No es hasta 1998 que, a través de la Convención para la Extensión de Hong Kong, la isla se suma a la lista de nuevos territorios, en la que figura también Macao, que otrora fuera colonia portuguesa. Sin embargo, el daño ya estaba hecho y las tensiones provocadas por siglo y medio de colonialismo perduran hasta el día de hoy: pese al poder industrial y portuario que el Imperio Británico le concedió, Hong Kong permanece como un territorio damnificado y dividido entre dos tierras, con una serie de medidas políticas que han causado el descontento hacia la China continental y frecuentes protestas sociales (P. Rojas, 2022).
Estos hechos son los que han condicionado durante décadas la estructura social de Hong Kong, a medio camino entre la industrialización británica y las costumbres chinas. Es un territorio tremendamente poderoso, uno de los grandes centros industriales de todo el mundo, pero, en una suerte de contradicción interna, también es uno de los puntos más miserables de Asia y donde se permite el hacinamiento de millones de personas de clase baja. Además, por su importancia geográfica, es un lugar lleno de inmigrantes, tanto del mundo árabe y el sudeste asiático como de la China continental, categoría en la que entra el propio Wong Kar-wai y que, según sus propias palabras, sienta las bases de lo que será su cine: “La razón por la que me metí en el mundo del cine tiene que ver más con la geografía que con cualquier otra cosa. Nací en Shangai, pero mis padres se trasladaron a Hong Kong cuando tenía cinco años. La gente de Hong Kong no habla el mismo idioma que la gente de Shanghai, así que allí no podía hablar con nadie; no podía hacer amigos” (Tirard, 2003).
La situación política y social de Hong Kong vista desde la perspectiva emocional del individuo es algo que está presente prácticamente desde el inicio de su filmografía, y que no lo abandonará en ningún momento. Inmediatamente después de su película debut como director, Wong realiza Días salvajes (1991), donde, desde un segundo plano, se trata este tema: el filme va sobre un joven y sus varios romances, así como su relación con su madre y el viaje que lleva a cabo para descubrir sus raíces. Sin embargo, hay un considerable subtexto social en el que la influencia pudiente de su figura materna juega un papel clave en el condicionamiento psicológico del protagonista. De forma opuesta, en la Hong Kong de los años sesenta que se representa (precisamente la que marcaría de por vida al pequeño Wong Kar-wai), la pobreza y la precariedad están a la orden del día. Podemos ver esto a través del personaje de Mimi, pero sobre todo del de Tide, amigo del protagonista y policía, quien a menudo protesta acerca de su situación y que, a diferencia de sus compañeros, tiene que llevar puesto siempre el mismo uniforme porque no puede permitirse otro.
Además, en forma de contundente crítica social, la burbuja de glamour en que la madre del protagonista tiene preso a este último estalla durante su viaje a Filipinas, cuando se ve asaltado por las mafias y el crimen organizado. De esta manera, el director denuncia tanto la triste situación de pobreza y marginación que vivió durante sus primeros años como la indiferencia de quienes sobresalen económicamente por encima del resto en un territorio plagado de desigualdades extremas.
Pese a todo, no se puede ignorar el amor como gran tema central de este autor. Y, aun así, este no siempre remite a lo obvio sino que puede ejercer también como un símil de la situación política de la isla y su relación con la China continental. Esto lo vemos también en Días salvajes, donde el protagonista tiene varias relaciones simultáneas con mujeres a las que va abandonando de forma paulatina, dejándolas emocionalmente devastadas. Son precisamente dos las principales mujeres de su vida, también sus madres, tanto la adoptiva como la verdadera, a la que nunca llega a encontrar realmente. Esto bien puede tratarse de una alegoría a cómo Hong Kong se sumió en un abandono por parte de China y, al unísono, también del Imperio Británico, que se esfumó con todas sus promesas de bonanza. Esta convivencia dual, que deja una desazón profunda en ambos bandos, se explora profundamente en una película repleta de matices y dobles lecturas, que va más allá del simple romance trágico (P. Rojas, 2022).
A pesar de lo previamente mencionado, de los contundentes mensajes políticos y las denuncias sociales que el director lleva a cabo, es difícil que la poderosa estética de sus películas no cautive al espectador de una manera que prácticamente se acerca a la idealización de la Hong Kong de los años sesenta y setenta. Esto no sería posible sin la fotografía de Christopher Doyle, colaborador habitual de Wong, que construye mundos íntimos y plagados de coloridas luces de neón que, como en un efecto de astigmatismo, se diluyen y fluctúan durante el avance de los personajes a través de callejones y mercados en abandono. También es esencial la dirección de arte de William Chang, que genera una mezcla entre la belleza de lo exageradamente cromático y la melancolía de lo apagado, así como una selección musical de países como Estados Unidos, México y Argentina, concepto que se suma a la idealización de lugares lejanos y el deseo de escapar, tal como termina sucediendo de forma literal en la película Happy Together de 1997 (R. Laguna, s.f.).
Y es que, con esta suma de apartado técnico y puesta en escena, lo que consigue Wong Kar-wai es crear un retrato verosímil de la Hong Kong de su infancia y juventud pero al mismo tiempo sesgado por su visión del mundo, por sus propios sentimientos. Es por esto que, a menudo, lo que queda en la memoria después del visionado de cualquiera de sus películas es la estética: luces efervescentes, romances fugaces, hombres trajeados fumando al pie de la cama de una habitación ajena. Música e imagen se dan la mano en composiciones que resulta fácil idolatrar, sin necesidad de caer siquiera en interpretaciones políticas, y que ensalzan la belleza de lo vulgar dentro del rocambolesco mundo interior de la isla. Esto es algo que se aprecia especialmente en Chungking Express, una de las películas más aclamadas del director, que tiene lugar en el barrio al que se mudó al llegar a Hong Kong: Chungking Mansions. La representación urbana de esta película es vibrante y enérgica, a juego con la vida acelerada y naif de la protagonista de su segunda mitad. La miseria de la clase baja sigue presente, siendo el escenario principal de la película una tienda de alimentación a la que casi nadie acude.
Pero, a ritmo de California Dreamin’ y con apabullantes tonalidades verdosas, Wong llena de vida y amor el barrio, jugueteando con la esperanza de los personajes y el propio espectador. Nuevamente deja un poso de desamor, pero, con mayor fuerza que en otras de sus obras, en Chungking Express sobrevive un sentimiento optimista, de que todo es posible en la gran metrópolis asiática y que doblar esas laberínticas callejas puede ofrecer más de lo que parece a simple vista. Con estos elementos, el autor empieza a conceder belleza al oscuro e injusto mundo de su juventud, creando un equilibrio en el que se permite tanto crítica como romanticismo (R. Laguna, s.f.).
Con todo esto, en la melancolía que habitualmente inunda sus películas existe un sentimiento de extraña nostalgia, una búsqueda por la pertenencia a un lugar que, como si esos recuerdos no existieran del todo, nunca termina de concretarse. Lo que podría existir dentro de la narrativa únicamente como una cuestión emocional puede, una vez más, extrapolarse a la política a través de segundas lecturas que relacionan este deseo de pertenencia a la identidad nacional y cultural de Wong Kar-wai. Deseando amar, una de sus películas mejor valoradas por la crítica, tiene esta temática como algo a lo que su trama romántica puede hacer alusión: la película habla de amantes aferrados al pasado, incapaces de vivir en el presente y pasar página para empezar de nuevo. Y esta añoranza de un amor marchito (que nunca fue realmente tan duradero ni apasionante) parece remitir a la independencia de Hong Kong, un concepto que no llegó a cuajar realmente. Algo similar sucede en Chungking Express, donde una de las tramas principales habla de rebuscar en los supermercados para encontrar latas de piña caducadas, algo que, si se extrapola con una pizca de imaginación, puede tener también que ver con este deseo de bonanza que se caduca y, aun así, se sigue anhelando en una vaga esperanza (P. Rojas, 2022).
Estos símiles pueden encontrarse de forma mucho menos sutil en 2046, una de las películas más argumentalmente complejas del autor. El propio título ya apela a la política hongkonesa, pues, según el tratado que regula el título de Región Administrativa Especial, será 2047 el año en que la isla pase oficialmente a formar parte del gobierno chino, abandonando al fin la disyuntiva que plantea vivir a medio camino entre el pasado colonial y el sistema comunista chino, y que del mismo modo ha sido motivo de múltiples revueltas por aquellos que desean la independencia total de Hong Kong. La película del 2004 habla sobre un escritor de ciencia ficción cuya novela muestra una serie de personajes que viajan hacia el 2046 en busca de recuperar sus recuerdos lejanos, relevando que el aparente futurismo del autor era también producto de la nostalgia. Con esto, el filme nos habla de revivir lo que nunca se vivió realmente y fue siempre producto de la imaginación idealizada, aferrándose al pasado en un acto de cobardía emocional y desolación absoluta. El título de la película, situado un año antes de la llegada de la anexión, habla del miedo que antecede a lo desconocido, el temor de abandonar algo innegablemente pernicioso (la influencia del Imperio Británico) y aceptar un cambio que no se sabe qué conllevará realmente. Esta dualidad entre el miedo y la aceptación, entre añorar el pasado y romantizar el futuro, es una constante en la obra de Wong Kar-wai y que demuestra el talento del autor al hablar no solo de sus propias inseguridades y emociones sino también de su forma de ver el lugar que, aunque no lo vio nacer, le concedió un hogar y un estilo identitario (P. Rojas, 2022).
A modo de conclusión, resulta interesante hacer una retrospectiva de la filmografía completa del director, cosa que ayudará a entender su evolución y relación con la isla de Hong Kong. Su primera incursión en la dirección, con As Tears Go By, era un cine de gángsters que no solo remitía al auge de las tríadas chinas (y su éxito en la representación audiovisual) sino también a las modas hollywoodienses, pues se calificó la película como un homenaje a Malas calles de Martin Scorsese (D. Nóvoa, 2020). La siguiente etapa, que es la que se ha estudiado a lo largo de este ensayo, llega hasta el año 2004 con el filme 2046 y es la que más interesante resulta de analizar por los repetitivos códigos estilísticos y narrativos que sirven como analogía de la situación política y social.
Resulta pertinente que esta película, con su complejidad y sus lecturas, sea la que ponga fin a este ciclo, como si el director sanara sus heridas al término de esta obra. Lo que llega después en su filmografía es algo más inconcluso e informe, con un aperturismo hacia los Estados Unidos donde deja temporalmente de lado a sus habituales Tony Leung y Maggie Cheung para trabajar con actores internacionales como Robert Downey Jr. o Jude Law. Esta etapa, aunque conserve algunos de los rasgos narrativos del director, no resulta tan jugosa de analizar y cae parcialmente en tópicos del cine internacional. Quizá esto cambie con los primeros pasos de su nueva etapa, inaugurada por la reciente serie de televisión Blossoms Shanghai, a la que seguirá una tardía secuela de Chungking Express, con el nuevo subtítulo de 2020.
Sea como fuere, el grueso de su filmografía permanece como uno de los documentos artísticos más interesantes a la hora de conocer la situación social, cultural y política de una de las ciudades de mayor relevancia comercial e industrial del mundo, un puerto con una complicada historia y que ha sufrido durante siglos los zarandeos de diversos intereses ajenos. El cine de Wong Kar-wai no reclama la lucha activa, tampoco llama a la revolución: es un cine profundamente melancólico, que habla del pasado, del tiempo y del amor con una sensibilidad especial que remite en todo momento al dolor de un pueblo sin identidad, sin sentimiento de pertenencia, deseoso de añorar algo que ni siquiera existe. Sus películas demuestran cómo crecer en un determinado entorno puede condicionar sobremanera a una persona, definiendo para siempre su manera de expresar sus sentimientos, en este caso mediante la tristeza y el aislamiento dentro de algo mucho mayor que el propio individuo, quizá demasiado para su misma comprensión.
Pero, con todo esto, es un cine que deja un pequeño poso de esperanza, y que, a pesar de sus habituales finales amargos, busca belleza en los pequeños rincones, en la miseria de la clase baja, en los mercados locales y en las luces de neón fundidas, también en el hacinamiento de la gente de a pie y en el romance fugaz. Wong Kar-wai es un maestro de la imagen, y a menudo emplea este talento para idealizar pertinentemente lo que vivió durante su juventud, en ocasiones lo que ni siquiera llegó a ver pero pudo imaginar o desear, acercándose con un romanticismo oriental por bandera a mundos irreales y aun así completamente verosímiles, realidades desoladoras donde la música, el arte y el amor ofrecen una posibilidad más. Está claro que su cine no busca enorgullecerse de los altísimos índices de pobreza de Hong Kong, tampoco de las terribles condiciones en las que vive su gente, pero tampoco busca ahondar en la denuncia social, que prácticamente aparece puesta en bandeja cuando se dispone de un escenario como este. Todas estas películas se atienen a la sutileza, fieles a la forma de ser de un director único en su escuela, a una deprimente manera de ver el mundo que, pese a su inherente tragedia, es capaz de enamorarse de la vida.
Webgrafía
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Tirard, Laurent, (2003) en Lecciones de cine, entrevista a Wong Kar-wai, disponible en https://www.arte.unicen.edu.ar/cdab/libros/lecciones-de-cine-entrevistas-a-cargo-de-laurent-tirard-clases-magistrales-de-grandes-directores-explicadas-por-ellos-mismos/ Consultado el 02/10/2024.
Mullor, Mireia, (2022), en Fotogramas, disponible en https://www.fotogramas.es/noticias-cine/a19217902/wong-kar-wai-para-principiantes/
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P. Rojas, Vanessa, (2022), en Revista Oropel, disponible en https://revistaoropel.cl/index.php/2022/07/18/la-situacion-politica-de-hong-kong-vista-desde-el-cine-de-wong-kar-wai/
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R. Laguna, Pilar, (s.f.), en Revista Jot Down, disponible en https://www.jotdown.es/2020/08/wong-kar-wai-corazones-rotos-y-boleros-en-hong-kong/
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