Crítica de ‘UNORTHODOX’. Alegato contra los extremismos religiosos
Estrenada en el año 2020 en Netflix, la serie basada en la novela autobiográfica de Deborah
Feldman habla de la comunidad ultraortodoxa judía en Nueva York y el complicado papel de
la mujer en la misma.
Son muchas las series que se estrenan anualmente en Netflix, cosa que le ha generado a la
plataforma un repertorio de productos audiovisuales sin igual. Entre su innumerable
contenido se cuentan estrenos semanales que, eclipsados por las grandes
superproducciones del momento y adaptaciones de sagas icónicas, terminan sepultados en
el fondo de los archivos de este servicio de streaming. Tal es el caso de Unorthodox, serie
que se estrenó hace tan solo cuatro años y que pasó sorprendentemente desapercibida
pese a la calidad de su producción y a la crudeza de lo que adapta.
Y es que esta miniserie de cuatro episodios nos sitúa en una Nueva York que, si bien puede
parecer centenaria y arcaica, remite a la actualidad. Apenas existe conocimiento en Europa
de lo que sucede con las comunidades radicales judías en Estados Unidos, donde el
sentimiento de pertenencia religiosa afloró con fuerza tras la migración en masa producida
durante la Segunda Guerra Mundial. Unorthodox nos cuenta la historia de una de esas
comunidades, colocando el foco en una jovencita llamada Esther Shapiro, cuyo único deseo
es huir de toda esa vida de opresión y constantes prohibiciones.
El guion es uno de los puntos fuertes de esta serie, principalmente sabiendo que se trata no
solo de una vivencia real sino de algo que les ocurre a cantidad de mujeres jóvenes a diario.
Todo lo que afecta a la protagonista se siente completamente real y remite a la historia de
la autora, cosa que incrementa la sensación de mal cuerpo que queda en el espectador. Es
una serie que busca generar inquietud y rechazo, realizando una crítica sin tapujos al
extremismo religioso pese al respeto por el judaísmo que se respira en el tratamiento de sus
costumbres. Porque Unorthodox no es un alegato contra la religión sino contra la
radicalización y los malos hábitos de algunos de sus practicantes, que, pese a su humanidad,
se convierten en auténticos villanos capaces de generar una repulsión singular.
De forma paralela al dilema religioso que se plantea, la serie consigue generar empatía con
su protagonista a través de conflictos secundarios. Y es que el personaje de Esther resulta
especialmente interesante no solo por su carácter rebelde sino por la manera en que se ve
afectada por su situación social y su educación, cosas que la marcan de por vida y que le
impiden desarrollarse como una persona normal. Esto permite que su historia introduzca
conflictos sociales, románticos y de identidad, generando una especie de coming-of-age de
tono retorcido y melancólico, donde el descubrimiento personal es un arma de doble filo y
el pasado traumático impide avanzar. Pese a todo, el poso autobiográfico permite que la
religión perdure como lo principal, siendo algo a lo que Esther se mantiene aferrada aun
sintiéndose traicionada por su fe y el resto de devotos, logrando además que ese
sentimiento sea el que articule todo y plantee la mayor parte de conflictos morales y
emocionales.
En cuanto al reparto, es Shira Haas quien se lleva la palma. Y es que la joven actriz israelí
que interpreta a la protagonista lo da todo con una representación fría y contenida, de gran
realismo y verosimilitud. Su aspecto aniñado y su caracterización logran que el espectador
realmente se crea frente a una persona de sus características, ajena al mundo e incapaz de
expresar sus sentimientos por la manera en que ha sido criada. Las miradas y los gestos
siempre son clave, denotando la contención de una persona que no sabe cómo responder
ante situaciones que nunca antes había vivido, y solo durante pequeños momentos puede
permitirse la actriz desatarse y adoptar una personalidad más expresiva, algo que toda la
represión previa había estado preparando.
También destaca especialmente Amit Rahav, quien interpreta al marido de Esther y
representa con maestría cómo el patetismo de una persona venida a más por los mandatos
de la religión le devuelve los pies a la tierra al comprender la realidad del mundo que lo
rodea. Su personaje es esencialmente similar al de la protagonista, también cohibido y
constreñido por el judaísmo exacerbado, con la diferencia de que esta rama de la fe
abrahámica confiere mayores libertades y responsabilidades a los hombres, de ahí que
genere unas expectativas que pronto descubre inalcanzables. Rahav interpreta al personaje
con la duda e ignorancia necesarias, conduciéndolo a través de un camino de pseudo-
redención que lo hará comprender su verdadero papel en el mundo y que quizá la religión
no tenga tanto poder como cree.
En lo que a medios técnicos se refiere, Unorthodox no destaca especialmente pese a entrar
dentro de lo correcto. Y es que se trata de una producción alemana de colaboración
estadounidense, un producto de menor escala a lo que suele ocupar los banners de Netflix y
cuya ambición no resulta especialmente destacable. Igualmente, ni siquiera es lo que
pretende: se trata de una serie pequeña en cuanto a medios pero con un gran mensaje,
donde importa más lo que se cuenta que cómo se cuenta.
No se puede esperar un gran ingenio por parte del apartado fotográfico, tampoco planos
especialmente revolucionarios ni una fotografía de asombro. Este apartado no resulta
demasiado destacable más allá de ciertos momentos donde la iluminación se permite el lujo
de sobresalir, como ocurre con la escena del lago en el primer episodio, una de las más
importantes de toda la serie. El resto del producto ofrece una fotografía sencilla y fría, tan
sobria como el propio argumento, acorde con la contención emocional de los personajes
protagonistas. Se juega en abundancia con los primeros planos y también los generales,
reflejando el contraste entre el sentimiento de pertenencia a una religión opresiva y el
descubrimiento de la realidad.
Un aspecto que resulta algo más destacable dentro de la producción es la valentía a la hora
de contar algo arriesgado. No solo porque la mayoría de la serie esté en yiddish, la lengua
judía por excelencia y que rara vez se habla en producciones generalistas, sino porque se
atreve a tratar temáticas que llevan siglos ocurriendo pero que pasan desapercibidas para el
ojo corriente. En un mundo como el actual, donde Israel se ha convertido en una de las
principales potencias armamentísticas del mundo a costa de la muerte de miles de
inocentes, Unorthodox osa desafiar a una comunidad que se creía intocable tras la derrota
del régimen fascista que asesinó a seis millones de los suyos. La serie trata sin tapujos cómo
la comunidad judía usa las historias de sus antepasados en el Holocausto como una excusa
para todo, ignorando que han pasado casi cien años de aquello y que ninguno de los
presentes ha vivido algo ni remotamente parecido, también que, desde luego, nada de eso
justifica sus acciones. Y es que la comunidad judía, en especial sus ramificaciones más
ortodoxas y radicales, siempre se ha visto especialmente amparada a nivel social por todo el
sufrimiento del pasado, cosa que permite que casos como el de Esther Shapiro o lo que está
ocurriendo en Israel sigan siendo parte de la realidad.
Unorthodox es un alegato contra todo eso, contra la manera en que personas ancladas a un
pasado irreal permiten que tales atrocidades sigan ocurriendo: las historias de mujeres
cuyos derechos se ven vulnerados y que no tienen vía de escape son solo una pequeña parte
de todo lo que ocurre en el mundo, de cómo las religiones destruyen más vidas de las que
prometen salvar y enemistan y traumatizan a personas de por vida. Con la contundencia de
su mensaje, esta serie pretende ser de ayuda para concienciar a la sociedad global e intentar
cambiar las vidas de quienes, como la propia Esther, son esclavos sin ser realmente
conscientes.
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