THE FLASH: La última desventura del DCEU / Reseña CON SPOILERS

 Podría decirse que un documental sobre esta película sería, aun si cabe, más interesante que la propia obra fílmica. De hecho, haría falta un artículo aparte para hablar en su totalidad de todo el proceso de producción de la película. Ha atravesado constantes cambios de director, innumerables reescrituras de guion, actores eliminados y varias renovaciones de la directiva de Warner. Es un milagro que haya sobrevivido a todo eso, por lo que podría empezar a valorarse únicamente en ese aspecto. 

Y aún más sorprendente, incluso surrealista, resulta todo lo que envuelve al protagonista. Hablo de Ezra Miller, un actor en un principio polémico por encarnar a un personaje con el que guarda escaso parecido. No obstante, estas críticas se vieron enseguida eclipsadas por otras algo más preocupantes. Y es que hablamos de una persona que ha dado mucho de que hablar últimamente por su carácter conflictivo, desde sus incursiones sectarias en Islandia hasta varias bochornosas agresiones en las islas de Hawai. Incluso se declaró culpable de allanamiento de morada y robó recientemente, lo cual no es poco. Estos sucesos han generado suficiente polémica como para que la actual directiva pudiera haber considerado varios escenarios, pero lo cierto es que se tomó la decisión de seguir adelante. Ni siquiera se ha puesto en duda que Miller no vaya a continuar encarnando a Barry Allen, cosa que quizá, ahora que se ha estrenado la película y se han acabado las responsabilidades por contratos, cambie pronto. 

Entre estos desafortunados acontecimientos y todo lo mencionado previamente, me reitero en lo dicho: es un milagro que la película haya llegado hasta este punto. Podríamos incluso considerarlo una paradoja, algo bastante adecuado con la idiosincrasia del personaje. Pero bueno, dejemos de atormentarnos con los habituales dramas que suelen envolver cualquier película de DC (aunque esta se lleva la palma) y vayamos con la película. 

Corre, Barry, corre. 


El hombre más temido de Hawai

The Flash llega en un momento de despedida, en las postrimerías de un Universo DC que se cae a pedazos tras sendos volantazos y rotundos fracasos en taquilla. Con una nueva saga prometida en el horizonte, a cargo de James Gunn y Peter Safran, esta película tenía la difícil tarea de despedir diez años de aventuras. Y lo hace correctamente en cierta medida, aunque no como habría cabido esperar. No se cierra la puerta a un retorno, dejando esta Tierra apartada en algún rincón del Multiverso por si se desea retomar en algún momento, algo bastante habitual en las historias de DC. La historia se despide debidamente de actores emblemáticos como Ben Affleck y Gal Gadot (incluso Jeremy Irons como Alfred), que gozan de unos últimos momentos de lucidez para alejarse definitivamente de unos personajes tan recordados y queridos.

Pero no olvidemos algo esencial: a pesar de toda la parafernalia, esto sigue siendo una película de Flash, de Barry Allen. Y la historia no se olvida de eso, construyendo el que suele ser uno de los conflictos más habituales del personaje en sus historias: su relación con su difunta madre. Barry es un personaje entusiasta pero atormentado, convencido de que puede usar sus poderes para traer de vuelta a su madre y sacar a su padre de la cárcel. El arco es sencillo, pero funciona para construir una evolución que lo encumbra como héroe y define finalmente una identidad que llevaba años quedando en el aire entre cameos vacíos y apariciones fugaces. Ignorando la psique de Ezra Miller, no puede negarse que es un actor estupendo y su papel como un joven Barry, obsesionado por algo que está consumiendo su vida y hundiéndolo en una amargura mayor, es cuando menos conmovedor. Y, si bien hay algunos aspectos del personaje que resultan un tanto chocantes respecto a su contraparte comiquera (tics nerviosos y comportamientos que pueden atribuirse a algún trastorno que en ningún momento se concreta), no se pueden sacar demasiados peros en este aspecto. Del mismo modo, la participación del propio Flash y su manera de moverse y combatir mejora considerablemente respecto a otras apariciones previas, a pesar de que la integración lumínica de los efectos especiales con el traje deja, en ciertos momentos, mucho que desear. 


El traje mola, pero a ratos

Y, al haber puesto sobre la mesa el asunto de los efectos especiales, es hora de tocar uno de los aspectos más cuestionables de la película. Y es que, recientemente, el director Andy Muschietti declaró en una entrevista que los efectos visuales de ciertos momentos fueron diseñados así adrede, con el fin de colocar al espectador en la perspectiva de un Barry Allen confuso y sobrecogido por el concepto extraño de la Fuerza de Velocidad. Porque cualquiera que haya visto la película sabe a qué me refiero: cada vez que Barry trata de viajar atrás en el tiempo, ve representada su vida a través de unas figuras recreadas completamente en CGI de amigos, familiares y conocidos. Es un efecto sumamente extraño que genera una sensación tremenda de valle inquietante, por cómo el ojo humano detecta la falsedad de esos individuos. Sea o no intencionado, no funciona de ninguna manera y resulta cuando menos chocante, hasta el punto de provocar bochorno. 

Fuera de eso, tampoco faltan momentos de efectos cuestionables. Uno de ellos es el relativo a la escena del hospital, cuando salva a múltiples bebés de morir de maneras horrendas. Ya de entrada hay un problema de diseño, pues es difícil que una situación así pueda llegar a quedar bien en pantalla, aunque esto es aplicable a la mayoría de momentos chocantes para la vista. Ocurre también durante el tercer acto, situado en un descampado que no genera ningún interés. Y es que tan importante como una buena historia es saber dónde situarla, pues el entorno puede a ayudar a comunicar tanto como un diálogo. No es el caso de esta especie de desierto en el que luchan contra las tropas del General Zod, donde bastante del movimiento de algunos personajes resulta también extraño. Hay un efecto de luces curioso, debido especialmente a lo que parece una integración apresurada, así como cierto abuso de los VFX sobre los efectos prácticos en determinados momentos. No suelo ser demasiado crítico con los efectos especiales, pues no suelen ser responsabilidad de los propios compositores (como se conoce a los artistas digitales) sino de un tema de gestión, pero los de esta película parecen hechos a propósito para generar incomodidad en el espectador. 

Hablando de incomodidad, qué decir de uno de los personajes más irritantes de la película: Barry Allen. Pero no nuestro protagonista, sino su variante de otra línea temporal. Si bien cumple un papel para ayudar a consolidar al personaje original como un héroe responsable, resulta completamente cargante. Y no es que no haya sido diseñado con ese propósito, pues es lo que busca con esa risa tan tediosa y sus constantes chistes escasamente divertidos, pero la historia no sabe medir sus intervenciones. Está presente desde el principio del segundo acto hasta el final, y solo en sus últimos minutos llega a cumplir un propósito correcto para impulsar la evolución del protagonista, pero no compensa lo insoportable que resulta hasta ese momento. Una vez más, una buena idea arruinada por una ejecución mejorable. 


El descampao’

Al menos los otros personajes se salvan, aunque con matices. Uno de los mayores reclamos durante la promoción ha sido el nombre de Michael Keaton, el Batman de toda una generación y el que volvió icónica la figura del Murciélago en el cine. Con sus peculiaridades y excesos, este personaje tan querido volvía tras treinta años de ausencia. Y lo más curioso de todo es que, al ver la película, descubrimos que no se trata del mismo. Sí en apariencia y en lo que concierne a su entorno, pero no deja de ser el mismo Batman que encarna Ben Affleck, solo que de una línea temporal alternativa donde envejeció y abandonó la labor de vigilante nocturno debido a que ya no se le necesitaba. No es el Batman del universo concebido por Tim Burton, que únicamente volvimos a ver en el crossover televisivo de Crisis en Tierras Infinitas, aunque el homenaje funciona de la misma manera. 

El Batman encarnado por Michael Keaton guarda la esencia de las películas clásicas, acompañado de la portentosa banda sonora de Danny Elfman. Aun así incorpora nuevos aspectos, como una manera de combatir actualizada a tiempos modernos, pero sin perder lo que lo hizo único. Se echa en falta conocer más sobre su situación, si llegó a casarse con Selina Kyle o combatió a algún otro villano icónico, aunque volvemos a lo de antes: al no tratarse exactamente del mismo Batman, podemos obviar todas esas preguntas. Lo mismo ocurre con sus dos muertes, carentes de impacto y que además quedan anuladas con el reinicio del final de la película. 

¿Queréis hacer locuras? Hagamos locuras

Cosas parecidas podemos decir de Sasha Calle, quien encarna a Supergirl en esta película. Este personaje no cuenta con un legado al que homenajear, aunque de alguna manera sirve para traer de vuelta lo planteado en El Hombre de Acero con el único fin de añadirle un propósito. A pesar de no ser demasiado conocida, Sasha demuestra una gran capacidad para encarnar a un personaje de este calibre, logrando calar en el espectador con escasas líneas de diálogo que recuerdan a las de Henry Cavill en sus iteraciones como Superman. A pesar de todo, no cuenta con tanto tiempo en pantalla como cabría esperarse y su resolución es idéntica a la del Batman de Michael Keaton: dos muertes sin impacto que quedan eclipsadas por un reinicio que anula su propia existencia. No hay un cierre digno para ninguno de los dos, algo un tanto triste. 

Y, aunque no se trate de ningún superhéroe icónico, hay otro personaje digno de mención. Hablo de Nora Allen, interpretada por la mismísima Maribel Verdú, actriz de prestigio en el panorama español. Como he mencionado previamente, suyo es el conflicto más interesante y emotivo de la película, y escasas apariciones le bastan para consolidar a un personaje más que digno. Su última interacción con Barry es un momento de piel de gallina, una interpretación extraordinaria por su parte. Andy Muschietti aseguró en una entrevista que buscaba una mirada poderosa, y la de Maribel no decepciona. The eyes, chico, they never lie. 

Representando a España. Ole

Y bien, todo lo dicho hasta ahora nos ha conducido hasta este momento. De lo que realmente me interesa hablar, y con lo que pretendo explayarme. Porque esta película se ha vendido como una de temática multiversal, a pesar de que todo ocurre dentro del mismo universo solo que en líneas temporales diferentes. Y hay que decir que a través de la Fuerza de Velocidad se hace una distinción correcta y lógica del tiempo y el espacio (viajes temporales y Multiverso respectivamente, cosa que, por ejemplo, no ha quedado tan clara en el UCM), pero todo se desmorona cuando se cruza la barrera de nuestro universo. 

Y es que, si elimináramos la participación del Multiverso en esta película, no cambiaría nada. Hablamos posiblemente de uno de los fanservices más descarados de toda la historia, incluso innecesarios. Podemos acudir a las series de CW con el Arrowverso y encontraremos una utilización del concepto considerablemente superior, que sirvió para homenajear y despedir a actores como Brandon Routh, Tom Welling o Kevin Conroy, a quienes se dio la oportunidad de encarnar una última vez a sus icónicos personajes. 

Pero el problema de estas apariciones en The Flash es que muchos de los actores llevan décadas fallecidos. Véase el caso de George Reeves, el primer intérprete de Superman en aquellos seriales de los años cincuenta, quien se quitó la vida precisamente por todos los problemas que le trajo dar vida a este personaje. Traerlo de vuelta teniendo esto en cuenta resulta incluso ofensivo, una falta de respecto para el legado de un ser humano. 

Algo parecido (aunque no tan drástico) ocurre con el cameo de Christopher Reeve, el Hombre de Acero más reconocible y querido de todos los tiempos. Mi Superman favorito, de hecho, protagonista de las películas que tanto me entusiasmaron cuando era un crío. Y, sin embargo, no me ha provocado más emoción que el propio sobresalto de verlo. Porque ni siquiera es él, solo un muñeco recreado cuestionablemente mediante VFX y de escasa expresividad facial. No cuenta con un diálogo, simplemente mira a través de la ventana de su Tierra sin interactuar de ninguna manera con otro personaje o el espectador. Incluso se permite el lujo de introducir a su lado a Helen Slater, quien interpretó a Supergirl en la fallida película de los ochenta y que aparece mediante el mismo método de recreación digital. Cosa que en este caso resulta incluso más chocante, pues, a diferencia de Reeve, esta actriz sigue viva. 

La película nos da el encuentro que nunca pudo ser

Otros cameos extraños incluyen a Teddy Sears como Jay Garrick, una decisión cuestionable teniendo en cuenta que el actor encarnó a una falsa variante del personaje en la serie de Flash protagonizada por Grant Gustin. El auténtico Jay Garrick corresponde a John Wesley Shipp, quien además encarnó a Barry Allen en la serie de los noventa, pero por algún motivo no han contado con él. 

Pero el último cameo y que ha volado la cabeza de todos es el de Nicolas Cage, que ha conseguido finalmente cumplir su sueño de dar vida a Superman. Quizá algunos lo desconozcan, pero Cage estuvo a punto de protagonizar una película titulada como Superman Lives!, con dirección de Tim Burton y guion de Kevin Smith. Iba a ser una película excéntrica, principalmente debido a las ideas del rocambolesco productor Jon Peters, quien estaba obsesionado con introducir una araña gigante ya que, según afirmaba, no hay animal más peligroso sobre la faz de la Tierra. Y, de hecho, tenemos un homenaje a eso al ver a Supes enfrentarse a este artrópodo. La escena es sumamente curiosa, digna de levantarse y aplaudir… si no fuera porque, de nuevo, no es Nicolas Cage quien lo encarna sino una recreación CGI/deepfake extraña. Sinceramente, no sé en qué estaban pensando. 


Al menos el gran Nick Cage se ha llevado esa satisfacción 

Y, por si no fuera poco, una vez reiniciado el universo, quien sustituye a Ben Affleck como Bruce Wayne por segunda vez es George Clooney. El actor (conocido por sus anuncios de café más que por cualquier otra cosa) se puso durante los años noventa en la piel del Batman más desdeñado por el público. Así pues, el final de la película funciona más como un chiste que cualquier otra cosa. Pero bueno, al menos en este caso sí es el propio actor y no un muñeco con rostro de uncanny valley. Eso se agradece. 

Y el caso es que no tenemos claro adónde va este final, que deja la puerta abierta a más películas, aun sabiendo que, a falta del estreno de Blue Beetle y Aquaman y el Reino Perdido, el DCEU ha llegado a su fin. No cerrar la puerta a un posible retorno futuro es una buena idea, aunque quizá se hubiera agradecido un cierre más sólido. Eso por no hablar de la escena poscréditos, que no aporta nada y simplemente sirve para recordar que Jason Momoa sigue siendo Aquaman. Y que, claro, va a estrenarse una película suya próximamente y no podemos perdérnosla. 

En definitiva, The Flash es una película curiosa. Es un batiburrillo de cosas indefinidas, ideas dispersas que no congenian mutuamente y momentos de genialidad artística eclipsados por malas decisiones, efectos bochornosos e incertidumbre. Sigue siendo una película sólida, que se sostiene gracias a sus protagonistas y al corazón que derrocha, aunque no revoluciona nada ni hace historia. Quizá uno de los mayores errores ha sido la propia promoción, centrada en encumbrar la película como una de las mayores obras del género, alabada por figuras como Tom Cruise o Stephen King como una genialidad sin precedentes. Y ni mucho menos es así, al menos desde mi punto de vista, aunque eso no quita que sea una película correcta, divertida, deudora de sus cómics y con espíritu propio. Comete errores, muchísimos, pero merece la pena después de todo. 

Quizá no sea lo que se nos prometió, pero ya viene siendo hora de dejar descansar a esta saga. Hemos tenido suficientes altibajos y, con Superman: Legacy en el horizonte, es hora de olvidar el pasado y empezar de cero. 

Como a Barry Allen le gustaría, miremos al futuro y avancemos. 

Es hora de seguir corriendo.  

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