SPIDER-MAN: ACROSS THE SPIDER-VERSE: El segundo acto más largo de la historia / RESEÑA CON SPOILERS

 ‘Spider-Man: Into the Spider-Verse’ o, como aquí se la conoció, ‘Spiderman: Un Nuevo Universo’ fue un éxito sin precedentes. Quizá no lograra una taquilla legendaria, pero acabó ganándose un hueco en el panteón de las películas de superhéroes más icónicas de todos los tiempos. Y, no basta con eso, revolucionó por completo la animación contemporánea al crear escuela e instaurar un nuevo estilo que miles de artistas de todo el mundo tratarían de emular. Por su historia, sus personajes, su temática, su mensaje y su apartado visual, resultó en un hito inesperado. Para muchos (entre los que me incluyo) es una película redonda, indiscutiblemente perfecta, realizada con un mimo sobrehumano y que ha logrado inspirar a toda una generación. 

Pero suele pasar con esta clase de películas que su triunfo resulta irrepetible. A pesar de tener como protagonista a uno de los iconos culturales más importantes de todos los tiempos, la primera entrega no logró hacer demasiado ruido durante su promoción y estreno. Pocos habrían dicho que llegaría a convertirse en lo que ahora es, y solo el tiempo pudo ganarle ese puesto. 

Su secuela, ‘Spider-Man: Across the Spider-Verse’ no puede decir lo mismo. Nacida y criada a la sombra de su predecesora, era el resultado del éxito de la misma. Todas las expectativas estaban puestas en ella y tenía la difícil tarea de superar (o, por lo menos, igualar) su perfección. Todo ello sumado a una campaña promocional radicalmente distinta, ahora enfocada en un público global, y con una ambición narrativa considerablemente superior. 

Y así, la secuela se ha estrenado definitivamente este día dos de junio. Pero ¿ha estado a la altura de tamaño legado? Descubrámoslo, al menos según la opinión de este humilde servidor. 


Simplemente Miles y Gwen

‘Spider-Man: Across the Spider-Verse’ es el engrandecimiento de una franquicia que nunca pretendió serlo. Y esto puede parecer positivo dicho así, y de hecho lo es, pero tiene sus puntos débiles. Todo es mayor, más ambicioso y completo, y desde luego no hay más que ver cómo ha crecido la animación. La de su predecesora ya fue sobrecogedora, un espectáculo visual al que solo la pantalla de cine más descomunal podría hacer justicia. Nunca se había visto nada así, un 3D que se alejaba del hiperrealismo de producciones recientes para emular la plasticidad y narrativa visual de los cómics. Destacó además por la mezcla de estilos en pantalla, cosa que se reflejaba en las interacciones entre personajes de diferentes universos, así como el hecho de emplear los FPS (frames per second) de los protagonistas: todos se movían a 24 fotogramas por segundo a excepción de Miles, que lo hacía a 12, cosa que cambia a partir de la famosa escena del What’s Up Danger, momento exacto en que descubre su voz. 

Pero, por más insuperables que pudieran parecer estas características, la secuela consigue llevarlas a un plano superior. Esa pasada mezcla de estilos parece un juego de niños en comparación a lo que presenta Across the Spider-Verse, donde la imaginación es el único límite. Todo esto viene acompañado de un diseño de producción sobrehumano, así como un aprovechamiento perfecto de lo que se propone visualmente con cada personaje. Incluso secundarios como el Buitre al estilo Leonardo da Vinci o el Spiderman hindú gozan de momentos de lucidez gracias a este espectáculo donde hay cabida para todo y los colores se funden con una realidad gozosamente imposible. Los contrastes entre estilos llegan a ser abrumadores, cosa que se demuestra durante la secuencia de la ciudadela, donde un autentico aluvión de formas en movimiento llena los ojos del espectador. No obstante, son la quietud del skyline neoyorquino con sus luces y sus sombras o las batallas a través de callejuelas y edificios altísimos los momentos que se llevan la palma. Espectáculo puro y duro. 


Tu amigo y vecino

Pero, más allá de lo que entra por los ojos, tenemos que tener en cuenta un aspecto clave: ya se nos avisó que esta película no sería simplemente una secuela sino que conformaría la primera parte de una biología. Y es que no se puede negar que, una vez vista, se siente incompleta. A la espera del estreno de ‘Spider-Man: Beyond the Spider-Verse’, la película queda en un cliffhanger que no acaba de resultar tan emocionante como para necesitar ver ahora mismo su secuela. Partir una película de cinco horas en dos mitades hace que esta primera parte quede incompleta durante un año, restándole la grandeza de autocontención por la que destacó su antecesora. Sin duda, los deseos de convertir el éxito de la película animada en una franquicia han debido propiciar esto. Deja incluso con cierto sabor amargo, lo que resta valor a la grandeza que alcanza la película en otros de sus muchos apartados. 

Por ejemplo, los personajes. Y es que ‘Spider-Man: Across the Spider-Verse’ sorprende por su capacidad de desarrollo de los mismos. Si bien cabía esperar que toda esta debacle multiversal impidiera la creación de arcos de personaje sólidos, tanto Miles como Gwen gozan de un desarrollo impecable. La película se nutre a la perfección de las secuelas que dejó su antecesora, haciendo cargar a su protagonista masculino con el peso de los errores cometidos y la muerte de su tío Aaron. Mientras la primera entrega trataba la búsqueda de identidad y encontrar la voz personal a través del heroísmo y el arte urbano, está pone el foco en las relaciones familiares y cómo la actividad superheroica pone las mismas en peligro, generando una metáfora de la adolescencia y la manera en que esta y la posterior adultez a menudo distancian a padres de sus hijos. Es un tema recurrente dentro de las historias arácnidas, pero también algo que (por obvios motivos) nunca hemos podido ver con el bueno de Peter Parker y que confiere un corazón enorme a la película. Invierte todo un meditabundo primer acto para construir este conflicto tan interesante, aunque si bien nunca llega a estallar. Se sientan las bases de ese clímax con el giro final, pero quedará presenciar la conclusión para que el arco quede completamente cerrado. 

Algo similar le ocurre a Gwen Stacy, que en esta ocasión adquiere un protagonismo equiparable al de Miles. Su historia es un reflejo de la del chico, pues su conflicto radica también en las relaciones familiares. Ambas parten de la desconfianza y el miedo, uno que en un principio se centra en la desaprobación paternal y posteriormente en una posible pérdida. De hecho, la Gwen que se ve en esta película es una mucho más errante y perdida que la de la primera, donde una máscara de aparentemente plena confianza en sí misma ocultaba sus inseguridad. Aquí se nos muestra emocionalmente débil, más próxima a lo que llegó a ser Miles en Into the Spider-Verse, con un conflicto de identidad y el dolor de la soledad. Como en muchas obras relacionadas con el trepamuros, el heroísmo llega a convertirse para ella en la evasión de una amarga realidad que se niega a aceptar y que, más pronto que tarde, acaba estallándole en la cara. Aunque, una vez más, tocará esperar un año para descubrir las consecuencias de sus actos y si nuestra querida Ghost-Spider logra cambiar su destino, salvar a sus amigos, a su padre y, sobre todo, salvarse a sí misma. 

Te queremos, Gwen Stacy

Pero quien ha sorprendido en este apartado es un personaje recién introducido, uno de esos secundarios que tienden a pasar desapercibidos dentro de las viñetas. Hablo de la Mancha, un villano de tercera fila del trepamuros y que en alguna que otra ocasión se ha enfrentado también a Daredevil. Su construcción es especialmente interesante, pues comienza como uno de esos rivales absurdos que parecen creados para proporcionar una escena de acción divertida y poco más. Sin embargo, su conflicto no deja de ascender para revelar una curiosa historia de origen al más puro estilo Mysterio en ‘Spider-Man: Far From Home’ y terminar convirtiéndose en una amenaza de escala multiversal. Quizá se hayan pasado ligeramente con la escala de poder del personaje respecto a los cómics, pero parece que va a acabar convirtiéndose en el gran enemigo a batir en la entrega final. 

Incluso nos ha proporcionado un cameo de la legendaria señora mayor de la tienda veinticuatro horas donde Venom compra. ¿Se puede pedir más? 

Obviamente es ironía, no me peguéis

Pero si hay algo que se llevó la palma durante la promoción de la película y que consiguió captar la atención de los fanáticos es la utilización del multiverso. Y esto no es novedad, pues la saga viene girando en torno a este concepto cada vez más explorado desde su primera entrega, pero es en esta donde se lleva a otro nivel. Son innumerables las variantes del arácnido que conocemos en esta película, la mayoría provenientes de diversos momentos de los cómics y otras salidas de series de animación y videojuegos. Tampoco faltan las versiones originales para la franquicia cinematográfica, del mismo modo que unas breves imágenes a modo de visiones que presentan momentos icónicos de anteriores sagas live action del personaje. Gran parte de estos personajes pasa desapercibida, limitándose a brevísimos momentos como el dedicado al Espectacular Spiderman de la serie de dibujos, o con algo más de participación, como es el caso del clon Ben Reilly de las viñetas noventeras, pero sin demasiado trasfondo. 

La secuencia da para un estudio en profundidad, pues se pueden avistar variantes tan rocambolescas como el Spiderman obeso de Tierra X, el Spider-Rex de reciente creación en los cómics o el de la bolsa en la cabeza, proveniente de su participación en los Cuatro Fantásticos. Incluso tenemos múltiples cameos de villanos memorables, como es el caso del Doctor Octopus con su ya icónico “Hola, Peter”, o el de Donald Glover en carne y hueso repitiendo su papel de Spiderman: Homecoming como el Merodeador. Aunque lo cierto es que este caso va más allá de esto, pues sorprenderá a quienes lo desconozcan que este actor fue quien inspiró a Brian Michael Bendis para crear a Miles Morales. Y es que un gag dentro de la cómica serie de 2009 ‘Community’ donde Glover aparecía disfrazado de Spiderman fue el origen de esta legendaria idea. Por tanto, más que un sencillo cameo, ejerce como un bello homenaje metanarrativo. 

Dentro de este aluvión de arácnidos destaca Miguel O’Hara, el Spiderman 2099, cuya venidera relevancia se nos hizo saber en aquella icónica poscréditos de la primera película. Y el caso es que resulta un villano poderoso y amenazador, aunque sus motivaciones no van más allá del cliché de la familia y el bien común por encima del libre albedrío. No es excesivamente original, pero funciona a su manera. Aun así, no acaba teniendo tanto tiempo en pantalla como cabría esperarse y esto hace que queden huecos por rellenar en la historia, lo que impide que posea un desarrollo redondo. Aún desconocemos su origen, sus auténticos planes y hasta dónde está dispuesto a llevarlos a cabo. Ni siquiera sabemos si llevaremos a ver el universo de la Tierra 2099, que llegó a servir como la principal ubicación de una legendaria línea de cómics durante los noventa. Aunque lo más probable es que acabemos encontrando incontables cambios respecto a la contraparte comiquera, pues mucho de su contenido estaba ligado a personajes de los que Sony no tiene sus derechos, tal como el Doctor Muerte. 

Volviendo al asunto de la ciudadela, es a medida que se va desarrollando el conflicto en su interior que la película da un giro de trescientos sesenta grados. Y es que no deja de crecer con brutales secuencias de acción que rememoran y homenajean momentos clave de la anterior película, un espectáculo visual en toda regla. No obstante, este segundo acto no llega a terminar del todo y se estira en dirección a un final extraño. No es un tercer acto, no es un clímax. Más bien, da la impresión de tratarse de un epílogo interminable. Hay que reconocerle que la construcción de la tensión es excelente, con un uso impecable de la banda sonora, que crece y decrece de tal manera que impide descifrar hasta dónde llegará la historia. De todas formas, termina haciéndose evidente que estas dos horas y media son la mitad de una película de mayor duración a la que se le ha metido el tijeretazo. Es así que, cuando parece que el conflicto va a estallar y todo va a culminar con una gran batalla, la pantalla se tiñe de negro y surge el “continuará”. Desde luego es un interesante giro en la habitual estructura cinematográfica de tres actos, pero ¿a qué precio? 

El meme se ha comido a sí mismo

Sea como fuere, me reitero en lo dicho inicialmente: ‘Spider-Man: Into the Spider-Verse’ fue un fenómeno irrepetible. Aquella película del 2018 logró algo inédito e inmejorable, convirtiéndose en un referente intemporal. Todo lo que pueda venir después lo tendrá difícil para estar a la altura, y esta película es la prueba de ello. Sin embargo, como demuestra el mensaje de la propia obra, no se puede exigir a un hijo lo mismo que a sus padres ni es correcto imponerle unas expectativas que jamás lograrán alcanzar.

Sin duda, cuando pueda juzgarse debidamente a ‘ Spider-Man: Across the Spider-Verse’ será únicamente cuando se haya estrenado su secuela. Cuando podamos hablar de una trilogía, tocará evaluar la historia en su conjunto. Hasta entonces, ignorando esta narrativa partida y este final amargo y quizá insatisfactorio, solo queda quedarnos con la maravilla artística, los impecables arcos de personaje y una sabiduría y madurez en la que empaparnos. 

Después de todo, si Spiderman existe es para que aprendamos a ser mejores personas. Nos encandilen más o menos sus productos, esa idea vivirá eternamente. 

 Después de todo, cualquiera de nosotros puede llevar la máscara. 

Comentarios

Los más leídos