LA BRUJA ESCARLATA: El largo viaje de Wanda Maximoff / SPOILERS de DOCTOR STRANGE EN EL MULTIVERSO DE LA LOCURA
Hace ya ocho años que conocimos a una joven Wanda Maximoff como sujeto de laboratorio junto a su hermano Pietro en las instalaciones del Barón Von Strucker. La mayoría no era consciente de cuánto significaría aquella breve escena poscréditos (en mi caso creo que ni llegué a verla), ni la larga era a la que daría pie. No fue hasta el año siguiente, con La Era de Ultrón, que comenzaron a vislumbrarse retazos de aquello en lo que la villana posteriormente redimida se convertiría. No destacaba demasiado, y su único parecido con su contraparte de los cómics recaía en su nombre, pero, de la mano de una intérprete a la altura, estaba destinada a convertirse en algo más.
La vimos salir por aquella puerta y convertirse en una Vengadora, instruida por Clint Barton. La vimos perder a su hermano, su otra mitad. La vimos formar parte del equipo y cometer errores por ser incapaz de dominar sus poderes. La vimos enamorarse de un sintezoide. La vimos sacrificar todo cuanto le quedaba por el bien de la humanidad sin que sirviera de nada. La vimos caer en un vórtice de depresión que la llevaría a crear una nueva realidad. La vimos concebir a sus hijos y criarlos junto a su marido. La vimos renunciar a aquella mentira y abrazar la soledad con la promesa de no volver a hacer daño a nadie.
Pero, consumida por el peor sentimiento que podría asolar a un ser humano, volvió a caer en la oscuridad.
El viaje de Wanda Maximoff, la Bruja Escarlata, ha sido largo y tortuoso. Todos estos años se pueden resumir en constante pérdida y trastorno psicológico, un paulatino descenso a los infiernos impidiendo que abandonara la soledad a la que tanto temía. Este sentimiento estuvo presente desde sus primeros años, tras la muerte de sus padres a causa de un misil de Industrias Stark, motivo del nacimiento de su odio y sus primeros pasos en la villanía. Pero, siempre que ha parecido a punto de recobrar la felicidad y encontrar el camino correcto, ha vuelto a desviarse. Ya fuera por ver morir a su hermano Pietro, por tener que matar con sus propias manos a su amado Visión o por tener que sacrificar a sus hijos para liberar a todo un pueblo, todos estos traumas acumulados (las peores torturas a las que se pueda someter a un ser humano) nos han conducido hasta este momento.
Hasta el Multiverso de la Locura.
Y ¿qué sería de la Bruja Escarlata sin Elizabeth Olsen? No recuerdo los tiempos de Capitán América: El Soldado de Invierno como para saber qué opinaron entonces los acérrimos de los tebeos al respecto del casting. Sin embargo, y, a pesar de las ligeras diferencias étnicas (la Wanda comiquera tiene un aspecto más mediterráneo que nórdico), sin duda se ha ganado el corazón de todos los fanáticos. Quizá nunca destacara entre tantos grandes nombres hasta Wandavisión, pero ya demostró una notable capacidad para transmitir con escenas como aquella en la que se veía obligada a destruir la Gema de la Mente de Visión. No obstante, como antes he comentado, tuvo que concedérsele su serie propia para que nos dejara a todos con la boca abierta semana a semana. Su actuación tardó en consolidarse como una de las más profundas del género de superhéroes, y escenas como la de “To grow old in. V.” nos demostraron cuánto podía transmitir si se le daba la oportunidad.
Sin duda, Doctor Strange en el Multiverso de la Locura lleva eso a otro nivel. Wandavisión ya demostró ciertos toques de inquietud que nos ofrecían una faceta más tenebrosa de Wanda (la escena en que obligaba a Mónica Rambeau a irse de su casa), pero el registro visto en la película juega en otra liga. A quien otrora conocimos como una madre cariñosa y protectora se convierte esta vez en un auténtico monstruo, una criatura tan ávida de felicidad que se niega a ver cómo su poder destruye la de los demás. Prácticamente llega a convertirse en un ser sobrenatural, abandonando así la humanidad de la que tantos nos enamoramos, pero los motivos de esta transformación son innegablemente psicológicos. Y ahí llega el punto interesante: cómo Lizzie es capaz de encarnar todo ese sufrimiento, de convertirlo en algo real con cada gesto, cada palabra, cada mirada furiosa y cada lágrima derramada. Tal es su dolor que, cuando nos mira, se convierte también en nuestro dolor.
Y si en algo se ha convertido la Bruja Escarlata es en un adalid de la depresión y ansiedad. Wandavisión destacó por el excelente análisis que hacía de estos trastornos, llevándonos a través de las distintas etapas del duelo. Conocíamos el autoengaño, la creación de una falsa realidad a modo de aislamiento de todos los problemas. También la negación, manifestada en todos esos momentos en los que Wanda rebobinaba para que nada ni nadie le llevara la contraria. Pero al final llegaron la negociación y la aceptación, cuando Wanda tuvo que asumir que, a pesar de tener poder suficiente como para alterar la realidad y construir una mejor donde pudiera ser feliz, no podía alterar el curso del destino. Que debía aceptar que Visión no volvería, que estaría sola de ahí en adelante y tendría que encontrar otra manera de ser feliz.
Pero claro, ¿cómo aceptar la triste realidad cuando tienes el poder de cambiar el mundo? ¿Por qué conformarse con nada cuando puedes tenerlo todo? Ahí entra lo curioso de la evolución del personaje, lo que hace única a Wanda respecto a otros que hayan representado los mismos trastornos. A menudo en el género encontramos personajes todopoderosos, invulnerables e indestructibles, que vencen fácilmente a sus maquiavélicos villanos y siempre hacen lo correcto porque, tal como los dioses de los antiguos mitos, no albergan dudas. Porque son dioses entre nosotros, seres sobrehumanos cuyos sentimientos no podemos siquiera entender.
Pero Wanda Maximoff no es así. A pesar del poder que le otorga ser la Bruja Escarlata, de la Magia del Caos y el Darkhold en su posesión, es uno de los personajes más humanos que hemos visto en el Universo Cinematográfico de Marvel. No falta gente que la acusa de llorica, que vive en un constante berrinche y todo eso. Sin embargo, creo que, en su lugar, todos hubiéramos hecho lo mismo. Ahí entra aquella escena del final de Wandavisión en que, durante un encuentro con Mónica Rambeau, Wanda le preguntaba si la odiaba tras todo lo que había causado. A lo que la capitana respondía: “No te culpo. Yo hubiera traído de vuelta a mi madre”.
Todos hemos perdido algo amado. O, si no, hemos soñado con algo inalcanzable por nuestras posibilidades o condición. Todos soñamos con cambiar las cosas, con convertirnos en algo más, pero al final nos puede la amargura. Porque somos simples mortales, porque carecemos de poder alguno. Pero ¿y si la Magia del Caos viviera en nuestro interior? ¿Y si supiéramos que podemos traer a esa persona de vuelta o dar vida a aquella con la que siempre soñamos? ¿Acaso nos quedaríamos de brazos cruzados y nos negaríamos a utilizar tal poder? No tenemos tanta fuerza de voluntad. Por eso somos humanos.
Y al final, cegada por el dolor, la Bruja Escarlata comete en esta película la mayor traición. No solo da la espalda a sus amigos sino que se vuelve contra ellos, y más de uno lo acaba pagando con su vida. Ha tocado fondo en su vida, hasta el punto de abandonar sus días de heroína y dejarse llevar por la oscuridad, negándose a ver todo el dolor que está causando porque no es capaz de asumir que pueda asumir una vida así. En el fondo de su corazón perdura la Vengadora que alguna vez fue, la que luchó junto a los Héroes Más Poderosos de la Tierra por proteger a la humanidad, quien se negó a permitir que nadie pasara por lo que ella había pasado. Pero el dolor ha tocado techo, la ha cegado, y ahora es incapaz de apreciar las consecuencias de sus actos.
Al menos hasta su despertar y renacer, pero de eso ya hablaremos luego.
Pero no nos olvidemos del origen de todo esto: los cómics. Y es que la Bruja Escarlata ha sido un personaje complicado en las viñetas desde hace años. Su historia ha sido bastante distinta a la de su contraparte cinematográfica, pero comparte ciertos puntos esenciales. En especial, la desaparición de sus hijos (parte del alma del Amo Pandemónium y borrados de su memoria por Ágata Harkness) y su posterior rebelión por recuperarlos es lo que une a ambas versiones. De hecho, los acontecimientos de Doctor Strange en el Multiverso de la Locura me recuerdan en cierta medida a lo que ocurre en el evento Dinastía de X. El contexto es totalmente diferente, también la participación de personajes, pero el trasfondo es el mismo: una Bruja Escarlata tan dolida por la pérdida, despojada de su gran amor y de sus hijos, que, indiferente al bienestar de los demás, decide alterar la realidad para recuperar lo perdido. De hecho, la resolución es bastante similar. Aunque en las viñetas acabara pronunciando la histórica frase “No más mutantes”, la explosión de irredimible arrepentimiento que la lleva a desaparecer es la misma. Y tengo una teoría que coincide con lo que ocurrió posteriormente en las historias comiqueras, pero de eso hablaremos luego.
Igualmente, como es costumbre en los cómics, el personaje ha fluctuado bastante por no haber tenido una continuidad de autor. Wanda comenzó como una simple bruja de poca monta, la damisela en apuros y puntual interés romántico de diversos personajes (hasta que acabara enamorándose de cierto sintezoide), pero la cosa fue cambiando con los años, cuando en historias de los ochenta y noventa empieza a demostrar cierto retorcimiento y se desvela un pasado trágico relacionado con el demonio Chthon y el monte Wundagore. Pero la cosa se tranquilizaría hasta los años dos mil, con todo lo previamente narrado, y la disolución de los Vengadores que ella misma causó tras provocar las muertes de Scott Lang, Visión y Ojo de Halcón. Desde entonces ha andado bastante dispersa, pidiendo perdón por aquí y por allá y con ciertos momentos de genialidad como en la etapa de James Robinson, que, por desgracia, no ha tenido continuidad hasta ahora. Me extraña que no lo hayan retomado tras el éxito adquirido en los últimos años, pero es cuestión de tiempo de que vuelva a ser un personaje tan esencial como promete serlo en las películas.
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