THE NORTHMAN: Venganza al estilo vikingo / Reseña CON SPOILERS
Aunque el blog esté principalmente enfocado al género de los superhéroes, no está de más hablar de vez en cuando de alguna obra ajena. Esta vez, como no podía ser menos, le toca el turno a lo nuevo de Robert Eggers, un director que me cautivó con sus inquietantes El faro y La bruja y lo ha vuelto a hacer con este sombrío relato de venganza y redención llamado El hombre del norte. La nueva premisa de Eggers nos transporta al siglo nueve, durante el ocaso de la era vikinga, para conocer la historia de Amleth, quien con su descenso a los infiernos inspiraría al mismísimo William Shakespeare para escribir la atemporal Hamlet. Casi nada.
Alexander Skarsgård está más fuerte que el odio
Y bien, ¿de qué va El hombre del norte? El planteamiento es sencillo: un rey vikingo es traicionado y asesinado por su propio hermano, siendo el legítimo heredero al trono el único superviviente de la masacre. Pasados los años, el príncipe errante crece con tres promesas en mente: “Te vengaré, padre. Te salvaré, madre. Te mataré, Fjölnir”. Pero hay más de lo que parece detrás de esa tradición. Quizá la sed de sangre haya cegado a nuestro héroe...
Como ya es costumbre en la cinematografía de este director, la obra está repleta de analogías y simbolismos que nos empujan a diferentes interpretaciones. No llega al nivel de El faro (una película que, por decirlo de manera vulgar, dejó con el culo torcido a más de uno), pero alcanza cierta complejidad en este sentido. Destaca principalmente por combinar esta cualidad del autor con la mitología nórdica y sus simbolismos. O sea, no es que sea necesario conocer al detalle la religión de los antiguos nórdicos para disfrutar de la película, pero sin duda suma. Aquí entran detalles como la cabeza del personaje de Willem Dafoe, quien, al ejercer como una suerte de mentor espiritual para el protagonista, nos recuerda a la leyenda de Odín y la cabeza de Mimir, y cómo esta logró que el Padre de Todos se arrancara un ojo a cambio de beber de su pozo de la sabiduría infinita. Sin abandonar al dios supremo de la mitología nórdica, sus dos cuervos, Hugin y Munin, sus ojos y sus oídos (pensamiento y memoria), son también una constante durante toda la película. Desde luego, merece un revisionado solo para encontrar todos estos pequeños detalles.
Otra cosa que se entiende con cada plano es que hay un dedicado trabajo de documentación detrás. El espectador se siente uno más al caminar por esos sucios poblados de los rezagados pueblos nórdicos, o al participar en las festividades y sacrificios donde nunca faltaban la hidromiel y alguna jovencita a la que rajarle el cuello en nombre del dios de turno. Especial mención merece en este apartado la representación de las valkirias, las guerreras aladas que conducían al Valhalla a los combatientes caídos. Curioso es que se las haya representado con una ligera incisión en los dientes, detalle del que algunos se han mofado al compararlos con aparatos dentales cuando en realidad se trata de una práctica de guerreros nobles cuya funcionalidad sigue siendo desconocida a día de hoy. Algunos dicen que representaba los triunfos de la persona, pero quién sabe.
Todos estos detalles embellecen una narrativa sencilla, del estilo de los antiguos cuentos, en homenaje a las eddas y todos aquellos relatos heroicos de los pueblos escandinavos, con cierto aire también a los mitos artúricos e incluso a la Cimmeria de Conan el Bárbaro. Todas estas películas de héroes caídos que vuelven para vengar a un familiar asesinado y asesinar a un viejo villano podrían incluso constituir un género en sí mismo, pero esta película se las apaña para destacar entre todas ellas. Quizá se exceda en lo que a longitud se refiere, un mal del que múltiples películas de la actualidad pecan (cosa que, como fanático de la clásica hora y media, sigo sin entender), y pueda llegar a ser algo predecible en ciertos momentos, pero lo compensa todo con un apartado técnico apabullante y exquisito, marca de la casa.
Todo lo histórico y mitológico está cuidado al detalle
Me gusta pensar en La bruja, El faro y El hombre del norte como una suerte de trilogía. Cierto es que poco tienen que ver en cuanto a trama y desarrollo, pero todas coinciden en algo: el espíritu y la inmersión. Si algo sabe hacer el bueno de Eggers es introducirnos de lleno en sus mundos, donde solo una delgada línea separa fantasía de realidad y los personajes acaban eclipsados por un cosmos más grandes que ellos mismos. Pasa en todas sus historias, especialmente al llegar a sus finales, tan trágicos que evocan al teatro clásico.
Por supuesto, El hombre del norte no se queda atrás. Es probable que sea la mejor película del director folk hasta la fecha (mi favorita, al menos), por lo que lleva a otro nivel todo lo que lleva años caracterizándolo. Los colores tienden a ser apagados, empujados solo a la calidez cuando el fuego (manifestación de la violencia) aparece en escena. Hablando de violencia, y aunque La bruja ya tuvo sus momentos, nos encontramos con la película más visceral de Eggers. Le tiembla la mano tan poco como al protagonista, hasta el punto de ser quizá excesivo para cierta parte de la audiencia, pero lo suficiente como para meternos en un mundo de viril sinrazón donde solo los más fuertes pueden sobrevivir.
Mención especial merece la banda sonora, que, sin quedar para el recuerdo, nos adentra en el mundo de esta leyenda de triunfo y tormento. Las recreaciones de antiguos cánticos islandeses y rus se llevan la palma, tanto a la hora de ambientar como en el trabajo de los actores. Incluso tenemos un cameo de la afamada cantante Björk, aunque tampoco es que haga gran cosa. Que nadie espere que use su voz para otra cosa que no sea augurar el futuro, vaya.
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